Voceros gubernamentales, algunos que otrora se desempeñaron como dirigentes sindicales y que ahora gozan de las mieles del poder, han afirmado que los trabajadores deben dejar a un lado sus conquistas laborales en aras de consolidar el "proceso revolucionario" en marcha.
Afirman con su cara muy lavada y sin ninguna vergüenza, algunos desde su curul de diputados, que no es posible que haya una clase social que goce de algún beneficio diferente al salario mínimo.
¿Cómo explicarles a los trabajadores que no tienen derecho a mejorar su calidad de vida y la de su familia? Este discurso dado por la nueva clase dirigente marca distancia y aleja al gobierno de los trabajadores de cualquier área de la actividad económica.
El Ejecutivo ha venido implementando fórmulas para acallar las voces de protesta que se levantan a diario en todo el país. En diferentes áreas productivas hay malestar.
Los empleados públicos, que son más de 2,2 millones de trabajadores, tienen cuatro años con sus convenciones colectivas vencidas, los únicos aumentos salariales que reciben son por decreto.
El sector eléctrico se encuentra en mora con sus trabajadores. Las empresas básicas, negándose a cumplir con lo firmado. A los petroleros y telefónicos les corresponde comenzar a discutir su contratación colectiva ya vencida.
Hay en puertas un paro nacional del sector profesoral y los maestros comienzan con acciones conflictivas y paros escalonados. Todo esto nos indica que tenemos un universo de más de 3,5 millones de trabajadores que esperan por concretar sus justas reivindicaciones laborales.
A esto hay que sumar la deuda por pasivos laborales, que para algunos especialistas es de más de 12 mil millones de dólares, por lo que no podemos más que concluir en que hay toda una olla de presión a la cual le está fallando la válvula de escape.
La respuesta que obtienen los trabajadores de parte de los representantes gubernamentales es que sacrifiquen sus aspiraciones a favor del "proceso revolucionario" con un discurso que habla de la búsqueda de la igualdad y exigiendo para ello lealtad.
¿Hasta cuándo se podrá mantener a este movimiento en sumisión? Sus líderes, en gran parte afectos al régimen, comienzan a escuchar las voces de sus trabajadores que exigen se cumpla con lo ofrecido.
Lo ocurrido recientemente en el Metro de Caracas, donde se desconoció un contrato colectivo luego de haber sido firmado, bajo amenaza de militarizar el servicio por parte del jefe del Estado, empleando a la Fuerza Armada para acallar la protesta legítima del sector laboral, es una señal de lo que puede venir.
En todo caso, estoy seguro que no habrá suficientes soldados para reprimir las luchas de los trabajadores cuando éstos rompan con el encantamiento revolucionario.
Al gobierno nacional, tarde o temprano, le tocará enfrentar un conflicto sindical de grandes magnitudes y no le será fácil salir triunfante. Los antecedentes nos dicen que no es la primera vez que esta administración es vencida por la clase trabajadora.
Prensa: talcualdigital
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